Vestimenta - Mediados XIX - Hasta S.XX
La transición
Como propiamente dice esta palabra "transición"; Acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto. Estos
cambios vienen procedentes por diferentes fenómenos como; la revolución industrial (telas de fabricación mecánicas), la
máquina de coser (1846), la máquina cortadora de trajes (1854), la de hacer botones (1867), las publicaciones en revistas de
aparición regular (1840). Esto lleva a que los canarios, y aún más la clase menos pudiente mezclen los vestidos de corte
antiguos con algunos más modernos.
La información que les ofrecemos está extraida del libro de D. Juán de la Cruz.
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HOMBRE
LOS SOMBREROS
Los sombreros de los hombres han perdido rigidez y por tanto las formas troncocónicas y esféricas de la época anterior. Se
siguen utilizando los de fieltro o fibras vegetales tanto del país como de importación. Los de fieltro eran de paños flexibles
que admitían varias formas. Era muy frecuente que se hendieran por cuatro puntos o solamente por los dos laterales
adquiriendo así la prenda su forma característica. El ala, ligeramente curvada, se portaba normalmente hacia abajo en su
parte frontal y alzada por detrás. En la base de la copa tenía un cintillo normalmente de gro-gren de ancho variable
rematado con un tipo de lazo plano en su lateral. Se forraban por dentro con telas ligeras y una tira de badana que junto
con el cintillo exterior impedían que el fieltro se deformase. Los colores más corrientes eran el negro, marrón, gris y
diferentes tonos de beig. Los de fibra vegetal estaban configurados por una espiral de pleita de hoja de palma o paja de
centeno. Su copa es menos alta que las de los de fieltro y en cambio el ala en muchas ocasiones es bastante más amplia.
También los había de otras fibras vegetales de fabricación semi- industrial y de origen peninsular. Eran usados
principalmente para el trabajo. Ambos tipos de sombreros cubrían a los tinerfeños desde muy niños hasta su muerte, tanto
para diario como para las fiestas. Fue a partir de mediados de este siglo cuando la prenda empieza a caer en desuso
mayoritariamente.
LAS CAMISAS
Las camisas de lienzo de la tierra tuvieron en los hombres mayor vigencia. Eran insustituibles en los rudos trabajos del
campo. La baratura de los géneros de importación ante el complicado proceso de manufacturación del lino, hicieron que las
nuevas telas acabaran imponiéndose. Las antiguas formas rectas acaban en formas más simples a base de sisas. Las mangas
continúan siendo largas pero con menos amplitud o anchura. Se siguen usando puños simples o dobles que se abrochan por
medio de un botón. El cuello de cabezón se dobla a la mitad dando lugar al cuello doble que perdura en la actualidad o el
sencillo de tirilla estrecha. La abertura frontal, que anteriormente sólo llegaba a media altura, se alarga hasta abrir la
camisa en su totalidad, cerrándose por medio de ojales y botones industriales de hueso, nácar, madera, etc. Se hacen de
géneros industriales de algodón en colores lisos o listados; así como se popularizan las “camisas de sarga”. Las batistas
blancas más finas se reservan para camisas de vestir.
LOS CHALECOS
Serán mucho más simplificados que en épocas anteriores. Desaparecen los géneros del país de anchas listas de vivos colores,
pero en ocasiones persisten formas arcaicas en las solapas de distinto género que el resto de la prenda o aparecen vivos
rojos o amarillos perfilándolos. Los botones metálicos son sustituidos por los de hueso, asta, madera, etc. Las trinchas de la
espalda se ajustan ahora con hebillas metálicas. Las espaldas, que con anterioridad eran casi siempre de lino, son de colores
oscuros de género de seda o fino algodón. Continúan usándose chalecos con solapas similares a las de las chaquetas pero de
inferior tamaño, o chalecos de pequeño escote con o sin solapas. El número de bolsillos puede ser indistintamente dos, tres
o cuatro. Sus bajos ya no se cortarán rectos sino en picos más o menos grandes. Al principio persisten algunos tejidos del
país para su confección, pero pronto son sustituidos por paños de importación de lana o algodón de los mismos colores vistos
en las chaquetas.
Se llevan a diario, con frecuencia desabrochados.
LAS MANTAS
Siguen en pleno uso entre la población masculina. Su origen continúa estando en Inglaterra, manteniéndose sus
características y confección inalterables. Constituyen las prendas peculiares por las que se distinguen a los campesinos de
Tenerife. No hay constancia del uso de mantas tejidas en el país como “mantas de vestir”, pero sí los cuellos guarnecidos en
cuero.
LAS CHAQUETAS
En esta época las chaquetas han evolucionado hacia prendas más simples, cada vez más parecidas a las que hoy conocemos
por “americanas”. Han crecido más o menos hasta las caderas, perdiendo los vivos rojos, los puños vueltos y las solapas
triangulares propias de principios del siglo XIX. Se conservan algunas prendas sueltas, con vivos en los contornos o hechuras
más cortas que lo habitual de la época.
Los primeros bolsillos eran “de cartera” pero se transforman en bolsillos de parche, solapilla o una simple abertura. Se
confeccionan con producciones industriales de todo tipo, de lana o algodón. Sus colores serán oscuros en un principio, luego
será en tonos crema, tostados y grises claros, infrecuentes hasta ahora. Con la aparición de los driles, serán listadas a base
de gris, azul marino y negro; menos frecuentes verdes secos y marrones. En los climas fríos las chaquetas se siguen usando a
diario y son las nuevas las que se reservan para especiales ocasiones. Eran usadas por niños y adultos, siguiendo vigentes en
los mayores hasta nuestros días, sufriendo constantes variaciones impuestas por los cambios de la moda.
LOS CALZONES
En la década de los treinta, son completamente sustituidos por los pantalones. Los que perduran se han simplificado
perdiendo los botones metálicos y ojales de las perneras, que en algunas ocasiones se bordan en la tela sin llegar a abrirlos.
También desaparecen los vivos rojos y la jarretera pierde la hebilla apareciendo desflecada en las puntas como un mero
adorno. Para su confección se siguen empleando tejidos del país o en algunos casos industriales, hasta su definitiva
desaparición.
LOS PANTALONES
Fueron de uso general entre los campesinos a finales del siglo pasado. En muchos casos la pretina conserva un corte trasero
que recuerda el de los calzones y calzoncillos de la época anterior, aunque en este caso sin ojetes ni cordón. Otras veces las
trabillas del cinturón se ajustaban con ojal y botón, o llevaban trinchas y hebillas en la parte trasera bajo la pretina. El
cerramiento de la portañuela o alzapón es sustituido por una abertura frontal con ojales y botones cubiertos por una
aletilla. Los bolsillos se abren en ambos laterales y en la parte trasera en número de uno o dos, con solapilla y botón. En su
parte frontal luce numerosas pinzas que parten de la pretina, así como pequeños bolsillos monederos. Las perneras de
diferentes anchos se rematan frecuentemente con vueltas. Se confeccionaban con lana y algodón, en colores oscuros o bien
cremas y grises. Son muy corrientes los driles bien sean lisos o listados, en todos los matices de grises, verdes oscuros, azul
marino, etc. Era frecuente confeccionar chaqueta, chaleco y pantalones con la misma tela, lo que constituía “el traje”,
“terno” o “flu”, que sólo se lucía en ocasiones especiales o fiestas. Los pantalones eran prenda de diario y fiesta, y se
sujetaban por medio de cinturones, fajines o ambos a la vez.
LOS CEÑIDORES O FAJINES
Continuaban en uso con las mismas funciones que en la etapa anterior. Se llevaban con calzones, calzoncillos y pantalones,
muchas veces en compañía del cinturón, pues este sólo sujetaba la prenda a la cintura y, en cambio, el ceñidor fajaba la
cintura y abrigaba la zona lumbar. Se siguen usando los fabricados en el país pero a su vez se importaban industriales de
colores lisos, en especial negro. Los pantalones se usaron entre los más viejos hasta los años cuarenta.
LOS CALZONCILLOS
Continúan, aunque mucho más largos, en un intento de emular a los pantalones; llegando incluso a la altura de los tobillos.
Se sigue empleando lienzo de la tierra. Se siguen llevando con o sin calzón siendo sustituidos por otros tipos cuando el uso
de los pantalones se hace general. Los nuevos se cortan con sisas y tienen dimensiones variables, cortos por encima de la
rodilla, o largos que se ajustan al tobillo con cintas o botones. Podían llegar a ser prendas exteriores cuando se llevaban
solos.
LOS CINTURONES
Empezaron a usarse a la par que los pantalones, conviviendo en los primeros años de esta segunda época con los fajines.
LAS POLAINAS
Con el uso de los pantalones, se dejan de usar las polainas de lana o cuero. Éstas últimas parecen tener, en esta época,
carácter de fiesta y la visten los hombres que portan chaquetas. Las de lana siguen siendo con o sin cubre-empeine (“falda”)
como sus predecesoras, pero las de cuero se fabrican como las antiguas o se copian modelos al parecer venidos de Cuba,
donde se sustituyen las sardinetas por pequeñas correas y hebillas, y su color más común es el negro. Se las conoce por
“cubanas”. Las polainas, junto con calzones y calzoncillos, desaparecen del vestir tinerfeño con la generalización del uso de
los pantalones.
LOS ZAMARRONES
Seguramente se usaron en épocas anteriores sólo hay constancia a partir de 1906. Se usaban para las labores del campo,
especialmente en la siega y la trilla. Del mismo modo lo utilizaban artesanos como herreros, latoneros, zapateros,
talabarteros, carpinteros, etc. Consistían en delantales de cuero cuyo paño y peto estaban constituidos de una sola pieza,
más las correas cosidas para ajustarlos al cuello y la cintura.
EL CALZADO
Estaba constituido en su gran mayoría por zapatos y botas de fabricación del país. En el siglo XX el uso de lonas o alpargatas
desbancarán a otros calzados para diario. Existían dos tipos de botas del país muy populares: una de caña corta, cerradas
frontalmente con ojetes y cordones; la segunda, de abertura lateral con cierre de ojales y botones. Los zapatos más usados
eran de los de cordones, tanto de cuero natural como de piel vuelta o “cuero virado”. Los colores más usuales eran los
naturales de la piel, el marrón y el negro.
OTROS COMPLEMENTOS
El equipamiento masculino se completaba con una serie de útiles que fueron tan usados como las prendas anteriormente
reseñadas: el palo, el ástia( especie de lanza con regatón en la punta, para ayudarse en los caminos abruptos), las alforjas,
las mochila, la relojera, el cuchillo, la tabaquera, la cachimba o pipa…
MUJER
EL SOMBRERO
Solía ser de finísima empleita o esterilla de palma. Estas empleitas se cosían con palma o hilo de coser. La copa iba
totalmente recubierta de terciopelo negro (menos frecuente es la presencia de otros colores oscuros). Esta peculiaridad de
llevar la altura de la copa totalmente forrada, es característico de los sombreros de Tenerife. En uno de los laterales se
disponía un adorno que muchas veces tenía forma de lazo. Otras veces simplemente se doblaba y cosía el terciopelo
formando una punta de flecha que cubría parte del ala. El ala estará rematada en el borde con terciopelo. Su forma
describe una curva, lo que permite volverla hacia arriba o abajo según el gusto de la portadora o para dosificar el sol y la luz
en la cara. En la unión de la copa con el ala se cosen dos cintas negras para sujetar el sombrero a la cabeza. Existen dos
tipos principales de sombreros: un primer sombrero de copa baja y ala ancha y, un segundo, de copa más alta y ala más
pequeña. La mujer se tocaba con sombrero con el ruedo en su interior prácticamente durante toda la jornada. Esto obligaba
a llevarlo siempre centrado en la parte superior de la cabeza. Se solían tener dos o más, el más sucio y deteriorado para
diario y otro más nuevo y limpio para las fiestas. Con este sombrero coexistían dos tipos más: uno de fieltro negro, similar al
usado por los hombres, y otro de paja o palma, de ala muy ancha, que se conocía por “pamela”.
Los sombreros de fieltro suelen ser de copa semiesférica y con el ala ligeramente curvada y de tamaño similar a los
masculinos. Se confeccionan con fieltros mucho más flexibles que sus predecesores. El color más usual era el negro. Las
pamelas se usaban a diario a partir de las primeras décadas del siglo XX, especialmente en las zonas de mucho sol. La copa
era más bien baja y semiesférica y su diámetro abarcaba la cabeza en su totalidad. Las alas, ligeramente curvadas, eran
mayores que las de los “sombreros de maga” y los de fieltro, lo que permitía volverlas hacia arriba o hacia abajo. Con los
años, las alas aumentan de tamaño llegando a su máxima amplitud en la década de los cincuenta. En un principio se hacían
de palma o de paja de centeno y fueron muy frecuentes las importaciones de sombreros desde la península.
LOS PAÑUELOS
Se usaban de seda, algodón y lana, lisos, estampados y a cuadros. Casi siempre se fabricaban industrialmente fuera de las
islas. Sobrepasaban los 80 cms. de lado, se doblaban por la diagonal y se colocaban solos o bajo el sombrero de muchas
maneras diferentes.
LAS MANTILLAS
En Tenerife con la entrada del s. XX las mantillas desaparecen definitivamente. Su forma y corte apenas sufre
transformaciones durante su período de existencia, aunque sí los géneros para confeccionarlas, que se hacen más ligeros y
flexibles, generalmente industriales
LOS SOBRETODOS
Eran grandes mantones cuadrados de fabricación peninsular, de aproximadamente 1,60 cm. de lado, tejidos en lana con
flecos en todo su contorno exterior.
Existían de dos tipos: tejidos con urdimbre y trama de lana con dos clases diferentes de acabados o perchados por una o
ambas caras que les hacía presentar una superficie pilosa y esponjosa. Eran de colores lisos o grandes cuadros, combinando
varios colores. Los últimos, que se usaron hasta casi nuestros días, solían ser de color negro. Los del segundo tipo, eran
fabricados de punto con similares medidas y características que los anteriores, o bien rectangulares con flecos por sólo tres
de sus lados. Los dibujos del punto eran muy variados, siendo más ligeros que los tejidos. Solo los hemos visto de color
negro. Eran prendas de recato y a la vez de abrigo y se solían llevar por la cabeza o sobre los hombros. En los días de calor
se doblaba varias veces y se portaba sobre un hombro o la cabeza como una carga. Así pues, los sobretodos siguen
cumpliendo las mismas funciones que las mantillas, de las que se puede decir que fueron sus verdaderos sustitutos. Se
dejaron de importar en la década de los sesenta del presente siglo.
LOS TRAJES
Era una forma de vestido enterizo o en dos piezas separadas. Los primeros tenían un complejo corte, siendo muy usual la
falda cortada en cuñas, con lo que se conseguía que fuese ajustada en las caderas y con amplio vuelo en el ruedo. La parte
superior podía ser cerrada al cuello o con diferentes tipos de escotes, lo que implicaba el uso de la camisa o blusa. Se solían
adornar con galones o agremanes y llevar cinturón. Se ajustaban por la espalda por medio de botones, broches de presión
(inventados en Francia en 1885) y corchetes, ya en desuso desde hacía tiempo. Las cremalleras se aplicaron a partir de
1933.
Los segundos tenían forma de falda y chaqueta con las características propias de cada prenda suelta, solo que
confeccionadas con una misma tela. Los trajes, al igual que las chaquetas, cuando estaban nuevos se reservaban para las
fiestas, salir o visitas de “compromiso”. Una vez deteriorados, también se usaban a diario. Se confeccionaban con gran
variedad de géneros industriales, lana, algodón, seda o viscosa. Se utilizaban colores lisos, estampados, cuadros, etc. Ya
fueran por estampación o hechos por la propia tela. Cuando se hacían para ocasiones especiales, se recurría a géneros más
caros.
LAS CHAQUETAS
De la forma simple anterior se pasa a una gran complejidad en el corte. No obstante existen características comunes: eran
ceñidas al cuerpo con un largo no superior al de las caderas. Muchas veces llevan cinturón exterior de la misma tela que el
resto. Son frecuentes las solapas de todo tipo. El escote amplio permite mostrar la blusa. Los bolsillos exteriores son muy
variados y proliferan los cortes de la cintura hacia abajo con o sin tabla hueca. Las mangas largas se ciñen al brazo, siendo
muy común las conocidas por “manga-jamón” (muy amplias en la parte superior, estrechándose hacia el puño). Se hacían
con géneros industriales importados de lana, algodón o lino de muchos tipos: lisos, a cuadros o con llamativos estampados.
Algunas veces eran del mismo género que la falda, pero en la gran mayoría eran completamente distintas que el resto de las
piezas que componían su atuendo. Se adornaban con cintas, galones, agremanes, aplicaciones de otras telas, etc. Siguen
manteniendo el carácter de prenda de salir o fiesta, aunque con los fríos también se usaban a diario.
LAS CAMISAS O BLUSAS
Sus características eran: Los cuellos más frecuentes eran cerrados con o sin cabezón, guarnecidos o no de pequeños encajes
o galones de todo tipo. También es frecuente encontrar ligerísimos escotes redondos o cuellos camiseros. La parte frontal,
en especial la pechera, solía ir adornada con toda clase de labores hechas con la propia tela (alforzas, volantes, lorzas,
tablas, etc. o simplemente disponiendo el dibujo de la tela en otro sentido), o aplicadas (encajes, pasacintas, entredoses,
bordados, etc.)
La espalda solía ser más sencilla, aunque algunas veces reproducía el mismo tipo de adorno delantero.
Podían estar ajustadas al talle por medio de pinzas o cintas interiores, algún tipo de ceñidor o cinturón de la misma tela.
Otras veces el vuelo quedaba suelto, recogiéndose en la cintura con la falda o el delantal. Su largo nunca sobrepasaba las
caderas. Se abrochaba con botones, broches de presión o corchetes, indistintamente por delante o detrás, pudiendo estar
abierta en su totalidad o solo parcialmente.
Las mangas llegaban como mínimo a los codos, pero las más corrientes eran las bajas. Adoptaron muchas formas siendo las
más comunes: las amplias en la parte superior y el resto ceñido rematadas en puños de dimensiones variables (“manga-
jamón” o “manga-farol”) Se empleaban telas industriales de algodón. Los dibujos o motivos, eran mayormente listas,
cuadros, lunares o pequeños estampados a base de motivos florales, muy frecuentes. Estas blusas eran muy comunes
prácticamente en todas las islas y muy similares a las usadas por la gran mayoría de las mujeres de España, con las variantes
impuestas por el clima y la clase social a la que pertenecía. Se llevaban por dentro o fuera de la falda, las más nuevas y
caras se reservaban para las fiestas y ocasiones especiales y las más simples y usadas para el trabajo. Con estas
características llegarán hasta los años veinte, muy simplificadas de adornos y complejos cortes.
LAS FALDAS
Los resistentes tejidos de lino isleños y lana fueron sustituidos por novedosos tejidos industriales importados. Existen dos
tipos: las primeras, tienen igual longitud de tela en la parte baja del ruedo que en la cintura, y las segundas, están hechas
“en corte”.
Dentro de las primeras, las hay rizadas a la cintura, repartiendo el ruedo por igual, o tableadas parcial o totalmente con la
parte frontal lisa. El segundo modelo era más usual en las faldas de los trajes o en las de “más vestir”. Ambos tipos recogían
los pliegues en la cintura con una pretina que se ajustaba detrás o a un lado por medio de botones, broches de presión o
corchetes. Se confeccionaban con los mismos géneros que los trajes y las blusas, casi siempre con telas con algo más de
cuerpo de fabricación industrial. Los colores y estampados también eran muy variados y frecuentemente contrastaban con el
resto de las prendas. Se remataba el ruedo con un volante de la misma tela, con grandes lorzas en número variable o
aplicaciones de cintas cosidas en horizontal de diferente género.
Su largo era variable, pudiéndose decir que raramente subía más arriba del tobillo, llegando otras veces a rozar el suelo. A
medida que avanzan los años, se irán acortando. Para trabajar se solían recoger en los laterales, como en la época anterior,
o bien por detrás y delante, o, de una manera general, con algún cordón a la manera del antiguo “remango”. Las
faltriqueras siguen en uso casi hasta hoy, colocándose bajo el delantal o en la abertura lateral de la falda.
LOS DELANTALES
Se confeccionaban con géneros de algodón, la gran mayoría de las veces de color blanco, siendo menos frecuentes los de
colores, listas, a cuadros o ligerísimos estampados. Los delantales se componen de tres partes: pretina, paño y bolsillos. La
pretina es una banda de ancho y largo variable con la que se ata a la cintura, por medio de un nudo o lazo en la parte
trasera. El paño consiste en un trozo de tela generalmente rectangular, va cosido a la pretina, y que puede tener uno o dos
bolsillos. Su largo era variable pero siempre llegaba como mínimo a las rodillas; incluso podían igualar en altura a la falda.
Su ancho también era variable, cubriendo casi siempre toda la parte frontal de la falda y llegando a veces a tapar los
costados. Los bolsillos que se cosían al paño eran de forma y dimensiones variables, siendo los más comunes los
rectangulares. Se adornaban con todo tipo de labores: lorzas y alforzas en sentido vertical y horizontal, volantes y tablas,
generalmente en la parte baja o todo a su alrededor. Los había con randas caladas o incrustados con encajes, entredoses o
pasacintas de fabricación industrial. Otras veces se adornaban con tiras bordadas, dispuestas de igual manera que los
volantes.
Eran prendas de trabajo y se utilizaban a diario para proteger las faldas, aunque también, en ocasiones, se llevaban los días
de fiesta, cuidando en este caso con gran esmero su limpieza y planchado.
A partir de los años 30, se le añade peto y tirantes cruzados por la espalda, modelo que perdura muchas décadas más.
LOS REFAJOS
Constancia de su uso desde finales del siglo XIX. Se cita en esta bibliografía que sus informantes afirman que aún estando de
luto llevaban refajo rojo, como lo habían hecho sus madres.
Los refajos son prendas de semi-interior y abrigo. Se llevaban bajo la falda en los climas fríos y eran utilizados tanto a diario
como en las fiestas. Se confeccionaban con paños y franelas de lana de fabricación industrial. Se rizaban a la cintura al igual
que enaguas y faldas y se ceñían por medio de una pretina con abertura lateral, ajustándose por medio de corchetes,
broches de presión, botones o cintas.
Se siguen adornando con cintas negras, dispuestas en horizontal al borde del ruedo. Tenía altura y amplitud variables,
aunque podríamos afirmar que sus dimensiones eran siempre menores que las de la falda. En muchas ocasiones quedaban
vistas al recogerse las mujeres las faldas para realizar determinadas actividades. Se ponían sobre las enaguas y bajo las
faldas, pero algunos informantes afirman que conocieron algunas mujeres que lo llevaban bajo las enaguas. Permanecieron
en uso en algunas zonas de la isla hasta los años setenta, mientras que en otras se sustituyeron por una prenda similar pero
con menos ruedo, confeccionados a ganchillo o crochet de diferentes colores.
LAS ENAGUAS
Desde mediados del siglo XIX, las pesadas enaguas de lino tejidas en el país empiezan a ser sustituidas por otras más ligeras
confeccionadas con manufacturas industriales de lino muy fino o algodón de color blanco, generalmente. A finales de siglo
son escasas las confeccionadas con lino de la tierra.
Existen enaguas de dos tipos: una, de forma más arcaica con el total del ruedo recogido en la cintura; y otra, con un casco
superior más o menos amplio de altura variable, que sostenía cosido el resto de la prenda, con más ruedo, fruncido antes de
unirlo al mencionado casco. Ambos tipos se adornaban con toda clase de labores: bordados, encajes y entredoses, pasacintas
y alforsas, todo ello se remataba en su borde inferior con un amplio volante de encajes, ofreciendo solamente como nota de
color las cintas de los pasacintas. Lógicamente las más finas y adornadas se reservaban para fiestas y ocasiones especiales y
las más sencillas y recias para diario. Se utilizaban en número variable, pero en ningún caso tan numerosas como lo fueron
en el período anterior. Su largo nunca sobrepasaba el de la falda y, al contrario que en la actualidad, se consideraba
indecoroso que ocurriera. En la década de los veinte del siglo XX se simplifican sus adornos, se acortan y pierden amplitud
de ruedo confeccionándose con batistas de colores muy pálidos con una parte superior que cubría el torso, con pequeñas
mangas o sin ellas, sujetándose entonces por medio de finas asillas. Por estos años se las empieza a denominar “falsos”. O
también el mismo modelo pero de géneros de punto muy finos de fibras sintéticas, conociéndoselas por “combinación”.
LA ROPA INTERIOR
A finales del siglo XIX, se empezó a popularizar el uso de la ropa interior, sobre todo los “calzones” o “pantalones”, entre las
mujeres de las clases populares de Tenerife.
Estas primeras prendas interiores usadas por las campesinas eran muy simples y se reducían a los “cuerpos” y “calzones”.
Los cuerpos hacían las veces de los actuales sujetadores. Tenían la forma de una camiseta de hombre actual pero de tela,
con la posibilidad de abotonarse por delante, por detrás, o ajustarse con corchetes o broches de presión. Adoptaban la
forma del torso por medio de muchas costuras o pinzas, existiendo también las que tenían forma de pequeña camisa de
mangas cortas con amplio escote y reducida altura que solo cubría la mitad superior del torso. Eran de géneros de algodón
fino, adornados con algún tipo de labor. Se vestían directamente sobre la piel bajo la blusa.
Los calzones se confeccionaban con idénticos géneros, existiendo diferentes modelos o variantes. Su largo oscilaba desde la
rodilla hasta cerca de los tobillos. Se ajustaban a la cintura por medio de aberturas laterales y cintas como las enaguas de
cordón o con una sola abertura frontal o lateral. Otras veces estaban completamente abiertos por la cruz, sin ningún tipo de
posible cerramiento, conociéndoseles por pantalones “abiertos”. Las perneras podían ir sueltas en su amplitud o ceñidas a la
pierna por medio de cintas, rematadas con algún tipo de volante. El color más usual era el blanco.
En muchas zonas de la isla no se popularizaron hasta bien entrado el siglo XX.
EL CALZADO
Los campesinos canarios transitaban descalzos por los caminos y veredas de la isla. En algunos casos no sólo por la
extremada pobreza, sino por costumbre, seguridad y comodidad, ya que las botas y zapatos oprimían los pies acostumbrados
a ir descalzos y su suela de cuero resbalaba con facilidad en los empedrados caminos. La población campesina se surtía de
calzado en los numerosos talleres de zapatería existentes. Dentro de las botas, existían dos tipos principales: las de botones
y las de cordones.
Las primeras, de caña corta, tenían una abertura lateral exterior, con una sucesión de botones donde abrochaba la pala. Las
de cordones, podían ser de media caña o caña alta, que en algunas ocasiones podía llegar cerca de la rodilla. Su abertura
era frontal con ojetes o ganchos metálicos por donde se entrecruzaban los cordones. Ambas se hacían de diferentes cueros y
pieles cuyos colores más usuales eran el negro y los marrones de diferente intensidad. También eran corrientes los de piel
vuelta o “cuero virado”. Los pequeños tacones eran los conocidos por “tacones de carrete”.
Los zapatos eran con o sin tacón. En los primeros, se usaban del tipo visto para las botas, y en los segundos, apenas unos
milímetros más que el grueso de la suela. Eran muy cerrados en el empeine, siendo los más comunes los de cordones muy
similares a un zapato masculino. Otro calzado muy usado fueron las alpargatas o “lonas”. Se las llamaba “lonas” por el
género con que estaban fabricadas normalmente, a excepción de las suelas, que solían ser de caucho, esparto u otras fibras
vegetales. Habían dos tipos: unas cerradas en el empeine por medio de cordones y otras que lo dejaban a la vista, atándose
en los tobillos por medio de largas cintas. Los colores más comunes eran: blanco, azul, marrón, rojo y negro. A partir de los
años cincuenta empezaron a utilizarse otras hechuras y modelos que se ajustaban al pie por medio de elásticos, siempre a
base de tela y goma.
ADORNOS PERSONALES
Por esta época se habían reducido en las clases populares a pendientes, cruces, medallas, escapularios, pulseras y anillos ya
fueran de metales más o menos preciosos o de bisutería.
Una serie de modelos de zarcillos que se popularizaron mucho fueron los “aretes” o “aretes de media luna”. Se trata de un
pendiente de un cuerpo en forma de aro plano. En el interior suele llevar un adorno de alambre curvado con diferentes
formas. El cierre es de charnela y perforación en el botón, que podía ser liso o gallonado con alguna pequeña piedra
engastada. También el “zarcillo de gota”. Se trata de un pendiente de dos cuerpos, con el primero conformado por una bola
de pasta de vidrio de color rojo o negro (en algunos casos de coral o azabache) ensartada entre dos casquetes de oro, y el
cierre de charnela y anilla. El segundo cuerpo es una maza de oro laminado, rematado con una bola de vidrio de igual color
ensartada y remachada. Son muy comunes los realizados totalmente en oro con la bola del primer cuerpo sustituida por un
botón. Existen algunos modelos más, donde el cuerpo superior puede tener forma de corazón, semiesfera gallonada, o flor
combinadas con el segundo cuerpo colgante de maza, media maza, “almendra”,”grano de café”,”bellota”, etc. Estos
últimos siempre muy pequeños, eran los preferidos para las niñas.
Familia
Lavandera
Campesina Tradicional
Campesino Tradicional
Campesinos Tradicionales -
Transición
Pareja de Campesinos
Tradicionales